Poniendonos al día
by Espadachin
Nos reencontramos para ponernos al día.
Ha pasado mucho tiempo.
Desde antes de la pandemia.
Había sentimientos entre nosotros, pero la falta de comunicación y el torbellino emocional de tu vida sentimental,
pisaron el freno de nuestra relación de flirteo.
Hablamos de los altibajos de los últimos cinco años.
Saltamos de un tema a otro: trabajos, ciudades, relaciones pasadas.
Compartimos un mocktail enorme.
Empiezas a marearte.
Tus ojos se vuelven vidriosos.
Tus palabras se deslizan… lentas.
Estás claramente ebria.
Me ofrezco a conducir, a llevarte.
Que yo no tenga coche… no parece relevante para ti.
Te tomo la mano.
Me guías hasta tu coche.
Recuerdas con precisión dónde está aparcado.
Me das instrucciones perfectas.
Detalles minuciosos. Exactos.
Como si la embriaguez no te tocara.
Pero nada de eso te importa.
En cuanto arranco el motor, caes.
Tu barbilla reposa entre tu escote.
Por delante… una hora de fraccionamiento y mantras.
No sé cómo consigo contener la presión creciente
que se acumula entre mis piernas, alimentada por tu voz, por tus ojos dormidos,
pero lo hago.
Llegamos a mi casa.
Ahora soy yo quien guía a la versión hipnotizada de ti hacia el salón.
La única palabra que puedes pronunciar es “obedezco”.
Me siento en el sofá.
Lanzo una canción a los altavoces.
Empiezas a bailar y a desnudarte.
Que hayas elegido una lencería tan hermosa para una cita de café… no te parece relevante.
Te detengo.
Solo para admirarla.
Retomas el movimiento.
Sabes bailar.
Cuando terminas, te arrodillas.
Libero mi erección y otro chasquido.
Otro “obedezco”.
Comienzas a avanzar, gateando hacia mí.
La madrugada nos sorprende.
El sol nos encuentra en la cama, acurrucados.
Despiertas.
Y recuerdas.
Este momento…
Y los anteriores.
Que cada año repitamos este encuentro hipnótico, este ritual de entrega y memoria,
tampoco te parece relevante.
Más aún:
te encanta.