Obsesión
by Espadachin
Los rayos de sol invernal entrando por la ventana despertaron a Lydia. Las nieblas del sueño se disipaban mientras trataba de recordar lo que había sucedido la noche anterior. Había ligado con una chica y habían terminado en su casa, follando como animales pero no había ni rastro de ella. Vaya, otro polvo de una noche con una desconocida de la que no iba a saber más. Se desperezó y se dirigió al baño para arreglarse pero al mirarse en el espejo había dos cosas que le llamaron poderosamente la atención: sus tetas.
Fue como un flash en el que le pareció ver un destello dorado y de pronto toda su atención estaba atrapada por su canalillo. A sus manos les faltó tiempo para tocarlas, para balancearlas. El sujetador, que perezosamente se había puesto de camino al baño, fue lanzado al suelo a la velocidad del rayo. Estaba absolutamente obsesionada con sus tetas y su perfección. Por la forma en la que caían, la forma en la que les daba la luz. Completamente fascinada por ellas. No podía dejar de admirarlas. Eras las mejores tetas del mundo y eran suyas. Grandes, perfectas, con unos pezones tentadores.
Sin saber muy bien como, Lydia estaba de vuelta en la cama masajeando sus tetas, pellizcándose los pezones, estrújandolas y enviando esa sensación de placer por todo su cuerpo. El mundo exterior no existía, de hecho, nada del resto de su cuerpo existía, solo sus tetas, que la mantenían en una nube de puro éxtasis. Lo único real en ese momento era el manoseo y las caricias que le estaba administrando a sus pechos.
Y llegó el primer orgasmo pero Lydia no quedó saciada. Como buenamente pudo alargó la mano para coger su móvil y una, dos, tres fotografías mientras continuaba procurándose gozo. Y la golpeó el segundo orgasmo. Y se grabó diciendo: “Mis tetas son mi trigger. Mis tetas son mi trigger”. ¿De dónde habían salido esas palabras? Daba igual porque aquel nimio atisbo de recuperar la conciencia, de volver a propio ser, fue arramblado por las nuevas olas de placer que sus tetas le procuraba. Y el tercer orgasmo cayó sobre ella… Pero en la mente de Lydia solo había una cosa: sus tetas. Sus tetas eran su trigger.
Los rayos de sol volvieron a despertar a Lydia. Mientras se volvía a aclarar la nebulosa que era su mente fue consciente del caos que la rodeaba: su piel sudorosa, el pelo revuelto, sus bragas completamente mojadas, el móvil casi a punto de caer al suelo… Sus dedos más o menos secos le indicaron que no se había masturbado como de costumbre pero, ¿entonces? ¿Qué diablos había pasado? Y al girar la cabeza para mirar la hora en su despertador vio la nota, una nota que no estaba allí antes:
Buenos días, Lydia:
Perdón por irme sin despedirme pero tenía un cliente a primera hora. Espero que hayas disfrutado tanto como yo disfruté anoche con nuestra pequeña sesión de hipnosis erótica y que te haya gustado el regalo que te he dejado esta mañana.
¿Te apetecería quedar a comer?
Besos, Laura.
Y debajo un número de teléfono al que Lydia pensó que sería buena idea enviar ciertas fotos y ciertos vídeos mientras aceptaba la invitación.