La llamada
by Espadachin
La sugestión posthipnótica cumplió su cometido y sentiste el impulso de enviarme una foto cuando terminaste de leer “Claudine”. Estaba muy oscura y apenas se intuían tus pechos más allá de tu mirada vacía. “¿Quieres seguir?”, pregunté. Y me llamaste terriblemente excitada: “Yes, Sir.”
Estabas desnuda como no podía ser de otro modo y con una sonrisa pícara en la cara. “¿Te has corrido?, inquirí. “Yes, Sir”, sonreíste aún más. “Claudine” te había golpeado bien y sentí un poco de orgullo de lo buena que era esa inducción. Primero te conduje a través de la montaña rusa del fraccionamiento. Arriba, abajo, tu cabeza vencida hacia adelante, tu mirada en blanco. Caías cada vez más y más relajada, con una palabra, con cualquier gesto inesperado, lista para recibir mis nuevas indicaciones. Te llevé por el pasillo con puertas hasta llegar al centro de tu imaginación.
Ahí me puse a jugar con tus sensaciones, a excitarte y a frustrarte. Lo mismo tus pechos estaban lo más sensibles que podías imaginar como tu vulva y clítoris no respondía a la asistencia que le daba tu mano izquierda, pero al rozar tu mano derecha, ¿qué es esto? ¿Por qué está aquí mi coño? Y lo disfrutaste y llegó el primer orgasmo.
Pero para ti no era nada original, no era tu primer rodeo. Eres una sujeto muy experimentada, ya has sufrido con muchas sugestiones pero esa veteranía era una oportunidad de la que tenía que sacar provecho. Unas palabras muy bien escogidas penetran en tu mente y tras un movimiento de manos y lengua veo la sorpresa en tu cara. Lo estás sintiendo como si estuviera allí. Estoy exprimiendo tu imaginación al 200 %. Sigo con mi letanía de sugestiones, moviendo mis manos, mis dedos, mi lengua y llegó el segundo orgasmo.
Tu cerebro no da crédito, sientes roces, caricias, sexo oral, anal, azotes… Y el tercer orgasmo… se evapora. Me llamas cabrón. Te gusta. Sigo con las maniobras, pero cada vez que estás a punto de llegar al clímax, se cae como un soufflé. Te llevo al límite para quitarte el caramelo de boca. Protestas, gimes, imploras. No cedo. El placer se está acumulando y estás a punto de estallar. No sé si mi barrera hipnótica podrá contener por mucho más tiempo el placer que estoy creando y conteniendo. Sigo provocándote un par de minutos más y con un simple “Córrete ahora.” explotas.
Recuperas el aliento, bebes agua. Hemos estado 40 minutos cuando en tu cabeza han sido 10 y estás atónita por ello. Me das la gracias por esta nueva experiencia y me dices el piropo que más me gusta como dom: “Me gusta que te centres en darnos placer.”
Me pides algo y de repente todo se vuelve a fundir en negro para ti. Tu novio no sabe que cuando abras la puerta te abalanzarás sobre él como una fiera. Tú tampoco.
@Annalise de Fere muchas gracias.