La encerrona

Claudia

by Espadachin

Tags: #cw:noncon #dom:male #f/m #pov:top #Spanish #sub:female #pov:bottom

Llega el turno de Claudia, la segunda amiga de Majo que se une al club.

David había quedado con su chica y sus amigas en un céntrico local de la ciudad, un antiguo edificio que había sido remodelado como lugar de ocio y copas. Cuando llegó, divisó a Lola en la pista de baile que ocupaba el centro del espacio, claramente ligando con chica de pelo cobrizo y le sonrió. Localizó a Majo y su objetivo de hoy, Claudia, en una de las mesas altas repartidas por el lugar. Majo estaba bailando junto a su taburete porque así era ella.

“Al fin llega el tipo que todas estábamos esperando”, exclamó Claudia. Era una morena espectacular, algo más baja que Majo pero con un cuerpo fruto del mismo gimnasio. Si no fuera por Claudia, a Majo le faltaría la constancia para ir a ejercitarse y eso es algo que le tenía que agradecer… de cierto modo.

“Siéntate aquí y cuéntame que son todas esas maravillas que me cuenta Majo que haces con ella y con Lola con eso de la hipnosis.”, otra cosa no, pero Claudia era muy directa y David se puso rojo como un tomate. Podría ser todo lo dominante que quisiera en privado pero en público era aún un tipo bastante tímido.

“Todo es verdad, salvo alguna cosa.”, se defendió.

“Majo me ha contado cosas increíbles. Yo la verdad es que no terminaba de creerlo pero es que el cambio de Lola ha sido espectacular. Me habéis devuelto a una amiga. Que al fin haya aceptado su sexualidad le ha sentado de perlas.”, soltó de carrerilla moviendo mucho las manos. “¿Pero es verdad que…” 

“¿Que qué?”, preguntó David con una mirada traviesa.

“Que te la follas hipnotizada o eso me ha dicho Majo…”, susurró ella.

Majo, reincorporada a la mesa, los miraba divertida sorbiendo su cóctel.

David la miró como haciéndose el escandalizado: “Cariño, ¿qué cosas vas contando por ahí? Eso es absolutamente falso… Yo no me follo a Lola hipnotizada… nos la follamos los dos.” Y una carcajada en estéreo atronó el rincón.

Claudia abrió los ojos como platos: “Pero… ¿ella lo sabe?”

“Por dios, mujer, claro que lo sabe. Si no, no te lo hubiera contado tan alegremente.”, respondió Majo.

“A ver, tenemos que confesar que la primera vez que la hipnoticé lo hicimos sin su consentimiento, fue una encerrona. Pero luego, antes de seguir adelante, hablamos con ella de lo que queríamos: que mejorara en su vida personal, que aceptara su más que evidente bisexualidad y, de paso, divertirnos los tres de vez en cuando y aceptó totalmente. Así que, por un lado es parte terapia y por otra, una esclavitud sexual consentida.”, terminó de explicar David.

Claudia estaba boquiabierta. “Y lo contáis así, con toda la naturalidad del mundo.”

“¿Y cómo quieres que lo contemos?”, dijo una divertida Majo.

“¿Y todo lo que me has contado? Lo de los orgasmos, lo del placer, lo de los juegos…¿es todo verdad?”, Claudia seguía incrédula.

Majo de repente estaba muy interesada en el fondo de su cóctel, las palabras de Claudia le habían traído recuerdos que la habían sonrojado un poco y solo pudo asentir levemente.

“Pues yo también quiero probar. Pero con mis límites. Soy hetero y quiero seguir siendo hetero.”

“Eso es un mito, mujer, no se puede cambiar la orientación sexual con hipnosis. Majo es bi y lo de Lola fue distinto, ella era bi solo que en el armario. Si tu eres hetero, no habrá forma de que te folles a Majo.”, explicó David. Y Majo fingió un mohín de frustración. “¿Algo más?”

“Bueno, no sé lo que te habrá contado Majo, pero soy switch con tendencia a la sumisión aún así, no quiero que me conviertas en esclava como a Lola… Bueno, al menos no quiero darme cuenta de ello. Si eso es posible, no sé si me explicó.”

“Necesitaremos un sitio más tranquilo. Yo me encargo.”, y Majo se dirigió a la barra moviendo las caderas y atrayendo varios pares de ojos alrededor. Era medio famosilla en la ciudad y una de las clientas habituales del local así que seguro que le hacían un favor.

“Para ser hetero estás muy interesada en el culo de Majo.”, señaló David.

“Eh, que sea hetero no quiere decir que no admire lo buenas que están mis amigas y esos vaqueros le hacen un culazo. Qué suerte tienes con ella, cabrón”, y le dió un codazo.

“¿Estás segura de que quieres hacerlo?”, inquirió David a Claudia, aprovechando que ahora que estaban solos y con un tono más serio.

“Mira, no sé qué le has hecho a mis amigas, pero si están así de bien, yo quiero probar de la mierda que les das. Además, ¿podemos ya dejar de fingir que no nos gustamos? Sé que tienes un crush enorme conmigo y desde que Majo me empezó a contar lo que le haces te he empezado a ver con otros ojos. Así que sí, quiero. Quiero esa mierda. Quiero que me hipnotices y me folles, a ver como es todo el hype que me ha soltado esta.”

Majo volvió con el encargado del local, les había conseguido un reservado en la planta de arriba, le hicieron señas a Lola, que seguía a pico y pala con la pelirroja, y subieron las escaleras de caracol que llevaban al piso de arriba.


El reservado era realmente privado, una habitación solo para ellos. Una de las paredes, la que daba al interior del local, tenía un gran ventanal. Dos sofás y cuatro butacas rodeando una amplia mesa baja constituían el mobiliario. Majo le dio las gracias y le deslizó un billete de 50 para asegurarse que nadie los interrumpiría tras pedir las bebidas.

David le pidió a Claudia que se sentara en una de las butacas y  comenzó a explicarle que era la hipnosis, que no… a desmontar los mitos, una pretalk estándar y entonces, cuando ya la tenía interesada, se lanzó.

“Realmente la hipnosis sólo es una cuestión de atención y concentración. Por ejemplo, ¿sabías que no podemos recordar más que cuatro o cinco cosas?”

Claudia agitó la cabeza, “No, ¿por qué?”

“Cuando pasas de cuatro o cinco el cerebro pasa de ese número a “muchos”. Una cosa más y tu cerebro hace pop.”, dijo David haciendo un gesto con su mano al decir “pop” para indicar el cerebro explotando.

“Aham.”

“Así qué voy a hacerle pop a tu cerebro. Voy a decirte en qué vas a pensar y finalmente te convertirás en una bonita chica hipnotizada y en blanco.”, dijo.

Claudia se rió.

La siguiente vez que David habló su voz había bajado un tono hasta su voz de hipnotista. Profunda, lenta y dominante, tenía una autoridad que mostraba confianza. Todo lo que se decía con esa voz sonaba importante y cierto. Majo conocía muy bien los efectos de esa voz, por suerte o por desgracia para ella.

Para ese momento, Lola había abandonado la pista de baile y se había unido al grupo. Tenía una sonrisa radiante y los dos pulgares levantados. Al escuchar la voz de David supo lo que estaba pasando y se dejó llevar.

“Quiero que pienses ahora mismo en el sillón. Date cuenta de cómo tu cuerpo se siente contra él. El tejido contra tu cuerpo. El sillón sosteniendo tu cuerpo mientras reposas sobre él, en calma, relajada. ¿Puedes pensar en el sillón?”

Claudia se acomodó mejor, de forma juguetona: “Claro que puedo. Estoy sentada en él.”

“Muy bien. Ahora presta atención a tu respiración también. Siente como el aire va dentro y fuera de tus pulmones, dentro y fuera. Percátate de cuando respiras a través de tus labios o de tu nariz. Normalmente puedes respirar sin pensar en ello, pero por ahora concéntrate en eso. ¿Puedes recordar tu respiración y el sillón?”

Claudia le guiñó un ojo. “Claro. El sillón y respirar. Sin problema.”

“Buena chica. Ahora quiero que te percates de mi voz. Eso es facilísimo, ya estás escuchándola desde hace rato, así que ahora solo enfócate en ella un poco más. Escucha cómo de profunda es, cómo elijo mis palabras. Solamente escucha como suena. ¿En qué estás pensando ahora?”

“Tú voz, el sillón y mi respiración”, dijo ella.

David asintió y echó una mirada a sus otras dos acompañantes a ambos lados. Lola ya tenía la mirada un poco perdida y Majo estaba completamente en la-la-land. Podría leerle la cosa más aburrida a su chica con esa voz y ella caería sin remedio.

Le dió una patada para sacarla del estado de hipnosis y antes de que pudiera protestar, le puso un dedo en los labios para pedirle silencio y señaló a sus amigas. Majo asintió y sonrió de forma traviesa.

“Ahora fija tus ojos en algo que haya en la habitación. Puede ser cualquier cosa, un cuadro, la lámpara, la insignia en mi solapa, elige algo y dime lo que es.”

Claudia escaneó la habitación y eligió, “La lámpara.”

Y una voz más se sumó de forma sorprendente pero no menos inesperada, la de Lola pronunciando quedamente “Tetas.” Majo estaba cruzando sus brazos para formar un escote aún más imponente del que ya tenía normalmente, atrayendo irremisiblemente la atención de la mirada de Lola. 

“Claudia, sigue conmigo, vuelve a mi voz.”, le exhortó David. “Dime, ¿qué estás recordando?”

Claudia, mirando a la brillante bombilla envuelta en una tulipa frente a ella repitió “Sillón, respiración, voz y la lámpara.”

“No apartes la mirada de la lámpara, todo tu mundo ahora mismo es esa lámpara.”, dijo David mientras le hacía gestos a Majo para que se ocupara de Lola y no distrajera más a Claudia. Majo, obediente, bamboleó su escote para atraer del todo la atención de Lola, lo levantó y lo dejó caer, y en esa caída lo acompañaron los ojos y la cabeza de Lola, ahora completamente desmadejada sobre el sofá. Era, probablemente, el trigger más divertido que le había puesto a alguien, todo idea de Majo.

David siguió centrando su atención en la pequeña morena junto a él. “Eso es bastante sencillo, ¿verdad? Escuchar mi voz, seguirla. Sentir el confortable sillón contra tu cuerpo, sosteniéndote mientras te hundes en él. Tu respiración entrando y saliendo, cada inspiración un poco más lenta que la anterior, cada respiración inhalando un poco más profundo que la última. Ahora céntrate en tu cuerpo. Piensa en cómo de confortable te sientes en el sillón. Como los músculos de tus ojos comienzan a cansarse mientras miras la lámpara. Como tu respiración se hace más lenta mientras respiras más y más profundo.”

Claudia ya estaba completamente quieta, sus ojos fijos en la lámpara de la pared. Había dejado de moverse y recolocarse nerviosamente en el sillón.

“Y ahora quiero que te percates del sonido que procede del exterior, de las conversaciones, del ruido de fondo, de la música. Normalmente no es algo de lo que nos demos cuenta pero siempre está ahí, ese murmullo de fondo que nos acompaña.”

“Dime, Claudia, ¿en qué estás pensando?”

Su voz era ya un susurro quedo y monótono: “Sillón, respiración, voz, lámpara, ruido de fondo.”

“Cada vez va costando más y más, ¿cierto? El confortable sillón, tu respiración pausada, mi profunda voz, la bonita lámpara, el murmullo de fondo que procede del exterior. Recordar es cada vez más y más difícil.”

Aprovechando que la atención de Claudia estaba completamente enfocada en la lista de cosas en su cabeza y su mirada en la lámpara, Majo estaba disfrutando lo que no pudo disfrutar cuando Lola sucumbió: una de sus manos había liberado sus tetas del escote de su blusa y las estaba acariciando mientras la otra estaba perdida en su entrepierna. Su mirada era puro deseo mientras se mordía el labio inferior. Meses de lavado de cerebro consentido habían creado en ella el mismo fetiche y se excitaba cuando le veía hipnotizar a otra persona. Se había colocado estratégicamente en el sofá que estaba de espaldas a la ventana para evitar ser vista desde el local. Sabía que esa exposición en público me excitaba mucho y no iba a dejar que me divirtiera yo solo.

“Claudia, dime, una vez más, ¿en qué estás pensando?

Parpadeó y puso una expresión de frustración, frunciendo el ceño, pero nada salió de sus labios.

“Es difícil recordar, ¿verdad? Estás pensando en el confortable y mullido sillón en el que estás sentada. Estás pensando en tu respiración, volviéndose cada vez más lenta y relajada. Estás pensando en mi voz, guiándote profundamente. Estás pensando en la lámpara, en cómo de pesado se siente tu cuerpo, cansado y adormecido. Estás pensando en el ruido de fondo, ese murmullo constante de ruido blanco. No sería estupendo que no tuvieras que pensar tanto?”

“Sí”, dijo quedamente, casi una dulce exhalación. Majo tuvo que reprimir un gemido al escuchar esa voz.

“Entonces permite que tu mente se olvide del ruido de fondo. Simplemente déjalo desvanecerse. Solo necesitas escuchar mi voz, los demás sonidos son una distracción. Solo concéntrate en eso y deja que todos los demás sonidos desaparezcan”.

Asintió.

“Y ahora olvida tu respiración. Simplemente deja que se vuelva más profunda, más lenta a medida que te relajas. No necesitas pensar cuando de profundo te estás hundiendo o cómo estás respirando.”

Otro asentimiento y un murmullo “Hmmmm….”

Majo ya había dejado el autoamor y estaba susurrando palabras en el oido de Lola mientras la manoseaba. Si este hubiera sido otro tipo de local, haría tiempo que estarían las dos desnudas. La verdad, no sabía que la estaba excitando más, si verle hipnotizar a Claudia o hacerlo en un lugar público con la posibilidad de ser descubierta. Probablemente las dos en una excitante sinergia. David estaba ya muy cerca de hacer caer a Claudia para que la diversión fuera completa.

“Olvida ahora como te sientes en el sillón. Es blando y confortable y te estás hundiendo más profundamente en él, pero no tienes que pensar en eso, simplemente hundirte más profundo ahora.”

Sus brazos cayeron a los lados del sofá, su cabeza se ladeó. Seguía mirando fijamente la lámpara pero no reaccionó al movimiento.

“Y ahora tus ojos están tan pesados, tan cansados que no pasa nada si los cierras, deja que la lámpara se desvanezca de tu mente. Ciérralos y concéntrate solo en mi voz. No hay otra cosa que mi voz.”

Sin más dilación los ojos de Claudia se cerraron. Su cuerpo estaba completamente laxo. Ahora mismo David tenía a dos chicas hipnotizadas, otra tremendamente excitada y que caería con un gesto o un par de palabras… y una erección considerable causada por toda la situación. Pero este no era el tipo de local adecuado para hacer ciertas cosas… Tocaba volver a casa.


Claudia despertó en mitad del salón de la casa de sus amigos. David y Majo estaban recostados en el sofá y Lola estaba en el suelo de rodillas, en posición nadú. Todos estaban ya desnudos.

“¿Cómo he llegado aquí?, preguntó sorprendida.

“Lo recordarás todo a su debido momento.”, dijo David. “Pero, ¿no te parece que es de mala educación seguir vestida cuando todos los demás estamos desnudos?”

Claudia iba a contestar con alguna de sus vitriólicas respuestas pero David tocó algo en su móvil y una canción empezó a sonar por el equipo de sonido. La mente de Claudia quedó momentáneamente en blanco y en un momento surgió una sola cosa: desnudarse para sus anfitriones.

Iba a clases de pole para sentirse más empoderada pero eso no impidió que usara sus talentos, aprendidos a base de horas de esfuerzo, para satisfacer i excitar a sus espectadores. La ropa se le fue cayendo mientras imaginaba que giraba alrededor de una barra ficticia. Majo le susurró unas palabras a Lola e inmediatamente esta se giró y comenzó a comerle el coño.

Cuando terminó su improvisado streptease, se percató de que David se había quitado los calzoncillos y Claudia solo tuvo ojos para ese pene semierecto. Todo su mundo estaba concentrado ahí. No podía apartar su mirada. Cayendo a cuatro patas gateó hasta su regazo y aplicó todo su conocimiento felatorio en ese miembro. Lamió, succionó, acarició, toda su atención estaba enfocada en darle el máximo placer a la polla de su amo.

“Parece que las habilidades de Claudia no eran pura fanfarronería.”, le dijo David entre gemidos a su chica.

“Mejor, así no tendrás que entrenarla como a mí.”, le contestó a duras penas Majo.

A una orden de David, Claudia cambió su boca por su canalillo para realizarle una cubana inolvidable. Tenía unas tetas perfectas para ello y sabía cómo usarlas provocándole con ello el primer orgasmo.

La noche transcurrió con un constante intercambio de parejas. Cuando no estaba satisfaciendo a David, Claudia simplemente observaba atentamente o se masturbaba. Cabalgo a David mientras este le comía el coño a su chica. Tuvo un tremendo orgasmo cuando David se folló a Lola mientras se aplicaba en un 69 con Majo, instruyó a sus dos compañeras en las artes de la felación…

Y también fue hipnotizada de las más diversas maneras: con un cristal, un colgante, con las tetas de Lola, el culo de Majo... Estaba completamente fraccionada o eso era lo que le había dicho David.

El momento cumbre de la noche llegó cuando él puso a las tres a cuatro patas y procedió a follar sus culos mientras repetían sus mantras. Claudia esperaba ansiosa su turno mientras escuchaba a sus compañeras y cuando sitió la primera penetración las palabras comenzaron a brotar en una melódica letanía:

“Soy una buena chica. Las buenas chicas obedecen.”

“Mi coño pertenece a David.”

“Mis tetas pertenecen a David.”

“Mi culo pertenece a David.”

“Mi única meta es satisfacer a David.”

Claudia sentía las embestidas de David como si fueran una inyección de placer directa a su cerebro, un cerebro que sentía como de algodón durante todo el tiempo que estaba a merced de sus amigos. Normalmente no era muy fan del anal pero ahora mismo era una “anal slut” total, no podía pensar en otra cosa, no deseaba otra cosa que sentir como su ano era penetrado. El ritmo de las caderas que la golpeaban se aceleró y tuvo la certeza de que estaba ya cerca del fin, de que no podría resistir más.

Y llegó. Fue una explosión, fuegos artificiales, cataratas, algo que no había sentido nunca y fue plenamente consciente, por un instante, de que él había cumplido con su petición, que todo era producto de la hipnosis y que, sin percatarse de ello, solo era era ya una esclava más, una compañera de Lola al servicio de David y Majo. Y una gran sonrisa iluminó su cara por un momento antes de caer rendida al placer.


El amanecer los encontró a los cuatro en la cama. Fue un despertar suave entre besos, arrumacos y caricias. Todos los flashbacks de la noche anterior volvieron a la mente de Claudia y una ola de vergüenza y excitación barrió su cuerpo. Majo chasqueó los dedos y Lola se puso de rodillas en la cama, esperando órdenes.

“¿Yo no soy una esclava como Lola?”, preguntó extrañada.

La mano de David se introdujo entre los mechones de su pelo y se los revolvió un poco.

“Aún no hemos llegado hasta ese punto de la negociación, por ahora solo nos sirves en la cama...”

La mano seguía jugando con su pelo y súbitamente sintió un tirón. Sus párpados aletearon, sus ojos quedaron en blanco primero para después cerrarse y todo su cuerpo se relajó. Comenzaba el segundo día de programación hipnótica para ella.

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