El regalo
by Espadachin
Estás en la cocina, enfrascada en uno de tus múltiples proyectos gastronómicos. Es viernes y estás de vacaciones, tienes tiempo para ti. Un ping en tu teléfono te anuncia la entrada de un Whatsapp. Es de tu marido así que lo abres para leerlo completo.
“Cariño, llego a casa en media hora.”
Al leerlo algo hace click en tu cabeza. Recoges la cocina y te diriges a tu habitación. Ese dial en tu cabeza que regula cuando eres dominante y cuando sumisa acaba de moverse violentamente la zona de “sumisa”. Necesitas estar perfecta para él.
Primero te duchas, y te arreglas. Rimel en los ojos, rojo brillante en los labios, colorete en las mejillas. La muñeca ideal. Cepillas tu pelo multicolor y te lo recoges en una coleta. Sabes lo que le gusta el rapado de los laterales. En tu mente solo hay un pensamiento: “Perfecta para él.”
No necesitas ropa, ni siquiera lencería, tus tatuajes serán tu única vestimenta. Las horas de gimnasio y danza han tonificado un cuerpo maravilloso. Puede que no tengas las mejores tetas del mundo, ni falta que te hace. Son igualmente bonitas. En cambio tú culo es algo de lo que estás muy orgullosa. Perfecta para él.
Pones la calefacción, una toalla en el suelo y te colocas en mitad del salón, en posición nadú esperando a que llegue. Las manos en las rodillas con las palmas hacia arriba, la mirada hacia el suelo. Estás muy mojada siendo perfecta para él.
Escuchas la llave en la puerta, y a tu marido llamándote. “Estoy en el salón, amor.” exclamas con voz normal. Al ver sus zapatos, sientes otro click en tu cabeza y empiezas a recitar con voz monótona un discurso que ha estado oculto en el fondo de tu cabeza desde hace unos días, tus ojos siguen fijos en suelo, sientes que esa voz que escuchas no es la tuya:
“Feliz cumpleaños, amor. He sido hipnotizada y programada por Marcos para ser tu esclava sumisa durante el fin de semana. Todos mis límites y palabras de seguridad siguen activos. Si intentas transgredirlos, saldré de este estado y volveré a ser la Raquel switch. Si quieres acabar con el juego antes solo debes decirme “Liberada”. Marcos espera que me disfrutes tanto como hemos disfrutado preparando esto.”
Tu marido sonríe encajando ahora las piezas sobre la extraña petición que Marcos, su metamor, le había hecho esa mañana. Se sentó en el sillón, te dió la primera orden y tú gateaste hasta su regazo, hora de demostrar lo perfecta que eres para él.