El lápiz
by Espadachin
—Marta, deja de juguetear y devuélveme el lápiz. Tengo que entregar estos dibujos para mañana.
—¿Y por qué no vienes a cogerlo tú? Mira donde me lo voy a poner…
Marta se colocó el lapiz en su canalillo y se abrazó los pechos para que no cayera.
—¿Quieres jugar, Marta? Sabes que puedo coger el lápiz sin moverme de aquí. No, mejor voy a dejarlo ahí, congelado entre tus tetas. ¿No me crees? Ah, muy bien. Quiero que pienses en todo lo que tienes que hacer para bajar los brazos y separar tus pechos. El cerebro tiene que enviar señales a tus músculos motores. Le tienes que decir que músculos se tienen que contraer y que músculos se tienen que relajar. Que tendones estirar Que tendones encoger Y esas señales tienen que viajar desde tu cerebro por todo tu brazo hasta tus dedos. Dando la orden precisa de que músculos contraer, que músculos relajar. Recorriendo tu hombro, tu codo, tu muñeca. Tienes que pensar que músculos van antes y qué músculos van después. Que tu consciente se de cuenta de lo complejo que es el proceso de bajar tus brazos y separar tus pechos. Las ordenes de tu cerebro viajando, saltando de axón en axón. Llegando al músculo preciso. Relajándolo o contrayéndolo. Ahora quiero que envíes esa señal a esos músculos concreto y trates de separar los dedos. Piensa en todo lo que tienes que hacer para separarlos e intenta hacerlo. ¿Puedes separarlos, Marta?
Una pequeña sonrisa delataba que eso era lo que estaba buscando y que para ella era imposible bajar los brazos.
— Muy bien. No te preocupes. Porque en el fondo sí que sabes. En el fondo sabes que puedes bajar los brazos. Solo tienes que dejar que tu inconsciente tome el mando. Y cuando lo tome y el lápiz caiga, golpeará la mesa. Esa será la señal que mande a tu consciente a dormir. El lápiz golpeará la mesa y tu consciente se apagará. Y estarás completamente hipnotizada. Deja que tu inconsciente tome el mando, no pienses en cómo bajar los brazos. No pienses en nada. Y cuando el lápiz caiga, dormirás. Ahora.
Los brazos de Marta cayeron sobre la mesa, el lápiz la golpeó con un sonido sordo, sus ojos se cerraron y la cabeza cayó hacia adelante.
—Buena chica. Si tanto quieres jugar, alíviame la erección que me has causado mientras termino estos dibujos.
—Sí, Señor.
Y su sonrisa mientras desabrochaba mi pantalón fue maravillosa.