Doble
by Espadachin
Se había convertido en algo automático para ella. Su chico le decía algo o le enseñaba algo y ella entraba en la habitación, se desnudaba y se ponía de rodillas a la espera de que le dijeran lo que tenía que hacer a continuación.
A veces se convertía en un cascarón vacío, alguien ignorante de todo lo que estaba sucediendo a su alrededor hasta que la hacía recordar, y eso la ponía a mil. Saber que estaba siendo usada. Que, durante el tiempo que durara esta escena negociada, solo era una cosa para ser follada.
En otras ocasiones, y estas eran las que más le gustaban a Cristina, se convertía en una pasajera de su cuerpo, consciente de todo pero incapaz de oponerse a nada que le dijeran (bueno, ya sabéis como funciona esto). De hecho, no era ni Cristina. Cuando estaba hipnotizada en este estado era Iria, un alter ego donde sublimar toda su sumisión.
Aquella tarde estaba especialmente cachonda. Su chico le había prometido una sorpresa y no hacía falta que usara uno de sus disparadores para excitarla. Sabía que la noche anterior la había hipnotizado (tener la duración de las llamadas da muchas pistas) y estaba completamente segura de que le había implantado un disparador, pero aún no sabía para qué iba a ser utilizada ni lo que iba a sentir. Estaba deseando ser Iria esa noche pero antes tenía que disfrutar de la cita con su chico y a ella le gustaba mucho disfrutar de las citas con su chico.
Tuvieron una tarde muy divertida, fueron al cine, pasearon, cenaron, por supuesto, no sabía cómo, pero sus bragas acabaron dentro de su bolso. No la dejó pedir postre, dijo que su postre sería lo que había preparado la noche anterior y ella se le entregó por completo.
Al entrar a la habitación, su programación se activó, se quedó en ropa interior y se puso de rodillas, pero algo chocante sucedía. «No soy Iria.», se extrañó. «Soy… hum… yo.» «Ahá, primera sorpresa de la noche. Tengo preparado algo especial para ti, no para Iria y quiero que lo disfrutes plenamente.», le dijo con un guiño. «Entonces, ya sabes que tendrás que pelear con mi lado rebelde.» Y le sacó la lengua. Desde luego no iba a desaprovechar ser plenamente consciente de la situación para juguetear un rato.
Él únicamente se quitó los zapatos y se recostó en la cama. «Sabes lo mucho que me pone que seas una bratty y sé lo mucho que te gusta a ti. Demasiado tiempo sin disfrutarlo pero, tranquila, recuerda que la sumisa nace, no se hace.»
Cristina soltó una risita. «Tendrás que obligarme.», y le puso esa sonrisa de “Lo estoy disfrutando”. «Oh, ningún problema, ¿Serías tan amable de hacerme una mamada?» La cara de Cristina quedó completamente en blanco, «Sí, Amo.», dijo de forma automática. Parpadeo un par de veces, sacudió la cabeza y puso ese mohín de desaprobación que hacía que su chico se derritiera. «Eh, eso es trampa. Jo.», pero su cuerpo ya no le pertenecía y había comenzado a gatear hacia la cama.
Y comenzaron a disfrutar la noche, con Cristina plenamente consciente de que no quería resistir ninguna orden aunque lo intentara (y vaya si lo intentó) y recreándose en cada detalle. Se masturbaron, se comieron, su chico usó sus disparadores para provocarle orgasmos tocando partes anodinas de su cuerpo… Pero todo eso lo habían disfrutado ya, para eso no necesitaba ponerla en trance la noche anterior. ¿Qué le tendría preparado?
Y entonces llegó el momento. Se encontraba cabalgándolo y él, alargando los brazos, la atrajo sobre su pecho para susurrarle al oído: «Doble. Anal.». Los ojos de Cristina se abrieron como platos. Sintió una embestida en su culo como nunca la había sentido antes. Y otra, y otra. Y las de su chico se acompasaron con esa arremetida “fantasmal”.
Siempre había soñado con una doble penetración. Era su mayor fantasía y desde luego no estaba preparada para recibirla de forma tan sorprendente. ¡Solo había un hombre en la habitación! Pero ahí no se acaba la diversión, «Doble. Vaginal.» le hacía sentir lo mismo cuando era penetrada analmente pero si algo la volvió loca fueron las terceras palabras mágicas: «Doble. Total.» Era jodidamente perfecto. Su imaginación creó una sincronización maravillosa mientra su chico la admiraba, masturbándose, y hacía subir o bajar la intensidad o la frecuencia de sus sensaciones con sus palabras. La cabeza de Cristina quedó completamente vacía, todos sus pensamientos fueron arrastrados por las oleadas de placer que estaban recorriendo su cuerpo. Sentía como si alguien estuviera masturbando directamente la parte de su cerebro que controlaba su disfrute sexual. Y entre gemidos y convulsiones tuvo el mejor orgasmo de ese año (que ya es decir teniendo encuentra que el top 5 lo había copado esa noche) y cayó rendida. Todo se fundió a negro.
La mañana sorprendió a Cristina recostada sobre su chico, que le acariciaba el pelo para que el sol le arrancara reflejos dorados. Era tan bonita cuando dormía. Ella se movió un poco y despertó. Miró a su chico con ojos dormilones y fue correspondida con una sonrisa beatífica. «Buenos días, dormilona. ¿Te apetece remolonear un poco en la cama mientras te preparo el desayuno?». Asintió, acariciando con su cabeza en lugar en el que estaba apoyada. Él se levantó para dirigirse a la cocina pero antes de salir de la habitación se detuvo y se volvió, «Por cierto, una cosa que no te comenté anoche. El mes que viene es tu cumpleaños y el de Laura y me comentó de tener una cita doble con ella y Jorge. Una cita… abierta a todo.»
Y aunque no pudo ver la enorme sonrisa que se dibujó en el rostro de Cristina no le hizo falta mucha imaginación para conocer su reacción a esa noticia.