Cafuné
by Espadachin
Llegas a casa y te recibe una música suave. Estás muy cansada del trabajo, derrengada, necesitas desconectar y parece ser que tu pareja te ha preparado una sorpresa. Encuentras una tarjeta sobre el mueble en el vestíbulo, una tarjeta que dice “Te espero en el baño”, dejas el abrigo y el pesado bolso con el ordenador ahí mismo y avanzas por el pasillo para descubrir unas cuantas velas señalando el camino. Te gusta.
La puerta del baño está entreabierta y emite un extraño resplandor y un olor dulce, como a bollito de canela. Al abrirla descubres decenas de velas colocadas y de ahí también sale la música que llevas escuchando desde el principio.Una música suave y tranquila, relajante y ahí está tu pareja casi desnudo, solamente cubierto por unos boxer, y una toalla en la mano y te da una orden muy simple: “Desnúdate y métete en la bañera.”
Tranquilamente te vas quitando la ropa y con ella tu chico te va contando cómo vas dejando atrás ese día tan duro que has tenido. Con cada pieza de ropa que te quitas vas dejando atrás las preocupaciones, los problemas, las tribulaciones de tu trabajo. Sí, es una de esas sugestiones hipnóticas que tanto te gustan. Completamente desnuda te introduces en el baño que está a una temperatura perfecta y ahí te dejas llevar, comienzas a caer en tu subspace.
Tu amo se arrodilla detrás de ti y comienza a acariciarte el cabello de mil colores y mientras te acaricia, te va susurrando palabras, dulces, relajantes, tranquilizadoras… Sabes perfectamente cuál es su intención, sabes perfectamente que vas a acabar completa y absolutamente en su poder, hipnotizada, esclavizada. Lo anhelas. Esas palabras van recorriendo todo tu cuerpo desde tu cabeza hasta la punta de los dedos de tus pies. Cuando te hacen cafuné sientes una gran sensación de tranquilidad y confort. Pero este cafuné es nuevo, tiene hipnóticas intenciones, y no sabes bien como describirlo, simplemente sientes que lo que se reconforta y tranquiliza es tu mente, que ese bienestar viaja al interior de tu cabeza.
Sus manos van trabajando tu cabello, acariciándolo. Sus dedos se enredan entre la humedad. Sientes escalofríos de placer mezclados con sus palabras y tu cuerpo cada vez se va dejando llevar más y más por este inesperado cafuné hipnótico. Tu mirada está fija en una vela que titila en la penumbra creada por todas las demás. Sabes que está ahí con esa intención porque es la única vela distinta, alargada. El cúmulo de sensaciones comienza a hacer mella en ti y desconectas para dejar descansar a tu cerebro.
“Estoy segura de que no sabes a qué viene todo esto”, te dice tu amo sin dejar de jugar con tus mechones rojos, azules, verdes. Y tú, sorprendida, murmuras un no. “No hace falta nada especial para que mi buena chica tenga la vida que se merece cuando llegue a casa”, continúa él. “Pero sí, hoy es un día especial. Quizá tú no lo recuerdes, pero hoy cariño, hace un año de que tuvimos nuestra primera cita hipnótica. Hace un año que empezamos a recorrer juntos este camino y hoy vamos a seguir profundizando en él.”
La voz de tu amo bajó una octava y siguió esa retahíla que te hacen caer, relajarte, hundirte. Sus manos, tan hábiles en cualquier parte de tu cuerpo, seguían en tu arcoíris y cada vez estabas más y más hundida. A punto de caer, un dedo comenzó a deslizarse por tu nuca y te produjo un espasmo de placer que casi te sacó del momento, pero tu hábil amó lo usó para hacer caer aún más profundo. El dedo continuó bajando por tus pechos y llegó a tus otros cabellos, los de tu entrepierna y tus murmullos se tornaron en un gemido de placer.
La otra mano siguió colmando tu cabello de caricias hasta que dijo esa palabra mágica, esa palabra que conoces muy bien, la palabra que sabes que es imposible resistir. Acercándose tu oído susurró un simple, suave pero firme “Cae” y la tensión abandonó completamente tu cuerpo.
“Quiero que me escuches atentamente, mi buena chica”, obviamente no puedes hacer más que escuchar su voz, para eso te ha estado programando un año. “Hoy he comprado unas sales de baño especiales para ti. Unas sales que producen los efectos de su nombre. Ahora cuando yo te diga, no antes, quiero que abras los ojos y que leas el nombre de la sal que estoy a punto de poner en tu baño. Abre los ojos ahora y dime lo que lees.”
Hiciste un esfuerzo casi sobrehumano para abrir los ojos y te costó horrores enfocar las palabras que estaban delante de ti pero cuando lo conseguiste sentiste una mezcla de alegría y temor, pero un temor que estabas deseando.
“¿Puedes decirme lo que dice la botella?”, inquirió tu amo. Y tú con su voz suave y queda leíste “Obediencia total”.
Y los cristales comenzaron a caer en el agua.