Amores de veranos pasados

La primera copa.

by Espadachin

Tags: #D/s #dom:male #f/m #pov:top #Spanish #sub:female #Induction

El lugar era realmente acogedor. Una coctelería con paredes de madera, sillones cómodos. Una suave música de jazz le confería al bar un toque especial. Era el tipo local que no esperabas encontrar en una villa veraniega como esta. 

—Unos inversores compraron el hotel, lo reformaron y decidieron que no querían atraer al turista de cerveza barata y camiseta de fútbol.

—Y montaron un speakeasy.

—Y montaron un speakeasy.

—A ver, Olivia, ¿de dónde ha salido ese repentino interés por la hipnosis?

Y el color escarlata volvió a arrebolar sus mejillas.

Desde siempre— confesó para mi sorpresa. —Cuando jugábamos a eso notaba que algo en mí no estaba bien, no era normal. Me excitaba pero me daba vergüenza confesarlo. Es algo que he mantenido oculto todos estos años hasta que me divorcié y decidí que iba a ser libre. Pero solo conocía un hipnotizador y no tenía ni idea de por donde paraba.

La estaba mirando con una mezcla de asombro y excitación.

—Vives en Madrid. Allí hay show de hipnosis de forma frecuente.

—¿Y arriesgarme a ponerme cachonda al subir al escenario?

—Los hay específicos de hipnosis erótica.

—Oh, no sabía. Soy muy novata, la verdad. Por internet solo he encontrado cosas en inglés y foros donde tipos te envían espirales y lo primero que te dicen es “Sleep.”

—Me conozco la cantinela. Te pido perdón por todo mi género. Y volviendo a temas más placenteros, has decidido que esta noche vas a terminar hipnotizada.

—Básicamente, sí. Aunque no sabía si tú habías seguido con ese juego. Ha sido una grata sorpresa.

—Ya veo. Un encuentro afortunado. ¿Y quieres que te hipnotice aquí? ¿En público? Bueno, no voy a decir que no estaba preparado para esto. Mira a tu alrededor.

No había escogido la mesa de forma causal. Estaba en la esquina de un semipiso del local y éramos los únicos clientes de esa zona.

—Así que me has acorralado para hipno…

—Hola, me llamo Mabel y voy a ser su bartender esta noche.

Una voz cantarina nos interrumpió. Y la dueña estaba a la altura del timbre. Una joven que rondaría los 30, con una preciosa cara enmarcada en una melena ensortijada hasta los hombros. Llevaba una blusa blanca con un chaleco negro. Y hacía un pobre esfuerzo para apartar la mirada del escote de Olivia mientras intentaba no morderse el labio.

—Buenas noches, Mabel. ¿Qué nos recomiendas? ¿Cual es la especialidad de la casa?

Pude notar el alivio de su mirada mientras le daba una excusa para apartar los ojos de mi acompañante.

—Cualquiera de los clásicos es una opción sin fallo. Pero si quieren algo más arriesgado les recomiendo la lista de los cócteles de autor.

Mis ojos escanearon los nombres rimbombantes y la lista de ingredientes.

—Me gustaría un The Business para mi y para ella… un Cosmopolitan.

Olivia hizo amago de protestar pero cerró la boca al oír lo que había elegido para ella.

—Dos elecciones magníficas. Un The Business no lo pide cualquiera. Volveré enseguida con sus copas.

Y mientras se dirigía a la barra, miré por encima del hombro para observar cómo se iba contoneando. Dado que yo era quien estaba de espaldas, ese vaivén de caderas solo podía tener como objetivo a Olivia.

—Si tú quisieras, esta noche te la llevabas a la cama.

—¿Pero cómo lo has sabido?

—¿El qué? ¿Qué te gusta el Cosmopolitan? Vas gritando muy fuerte "Soy fan de "Sex and the City".

—No, qué me gustan las mujeres. Por dios, qué vergüenza—, y se llevó las manos a la cara en un vano intento de tapar su sonrojo.

—¿Cómo he sabido que eres una persona normal y corriente con gustos normales y corrientes? Es evidente que a esa chica le gustas, como le gustarías al todo el mundo que hay en este bar hoy. Y he visto cómo la mirabas de reojo y sonreías. Es una preciosidad y yo sé sumar dos más dos.

—Supongo que era algo que me ha costado aceptar. De hecho, aún no me considero bisexual, solo homocuriosa.

—Bueno, quizá podamos hacer algo esta noche con eso, quién sabe. Pero volvamos a lo nuestro, ¿quieres que te hipnotice o no?

—¿Aquí?

—Aquí.

—¿Ahora?

—Ahora mismo. Bueno, antes ya te he hipnotizado un poco dejándote la mano pegada a la mesa.

—Y lo vas a hacer con... Eso.

Y señalaste a la cadena que iba desde la parte trasera de mi pantalon hasta el pequeño bolsillo para relojes.

—Querida Olivia, aunque esas cosas funcionan y son efectivas, ahora mismo prefiero hacerlo de una forma más discreta. Como ya he probado como de sugestionable eres, vamos a ir directos a la inducción. Son cinco pasos y si cumples mis instrucciones nada impedirá que al final te encuentres en un profundo y placentero estado hipnótico.

Me había decidido por una Elman. Era lo bastante rápida como para tener a Olivia profundamente hipnotizada en cinco minutos y no requería de ningún movimiento extraño como las instantáneas.

—Soy toda tuya, comienza tu hechizo.

Ese fue el momento en el que nuestra atractiva bartender escogió para aparecer con nuestras copas. Mientras las dejaba, Olivia hizo ademán de coger uno de los posavasos que estaban junto a las servilletas y tocó a Mabel en el dorso de su mano. La chica miró donde la había tocado, me miró, volvió a mirarse, miró a Olivia. Estaba a punto de tener un cortocircuito. Apresurándome, volví a llamar su atención con un ligero toque en su brazo:

—Gracias, Mabel. Eso es todo. Puedes retirarte. Ya te avisaré si necesitamos algo.

Y cuando una confusa Mabel desapareció de nuestro radar le recriminé a Oliva:

—¿Qué ha sido eso? ¿Le querías provocar una crisis nerviosa a esa chica que tiene tremendo crush contigo?

—Yo que he… Oh. Ha sido sin querer, te lo juro. Pobre chica. Vengo aquí todas las semanas y nunca he querido que pensara que… Oh, qué vergüenza.

—Llevas una noche bastante embarazosa. Algo tendrás que hacer para compensar el rato que le has hecho pasar. En fin… Prosigamos con lo nuestro.

El The Business era realmente delicioso, con una ginebra de buena calidad que armonizaba perfectamente con la miel y la lima. Espero que esto sea el prólogo de la noche que estaba creando en mi cabeza.

— Como decía antes, si cumples mis instrucciones, nada impedirá que acabes completamente hipnotizada, Olivia. Primero quiero que hagas algo para mí. Quiero que aprietes el puño de tu mano derecha y lo hagas tan fuerte, tan fuerte, pero tan fuerte que, aunque tu cerebro quiera darle a tus dedos la orden de que se abran, sea imposible abrirlos. El puño permanece fuertemente cerrado. Puedes imaginar eso para mí.

—Sí, claro.

—Sin ningún problema.Y ahora quiero que imagines totalmente lo contrario. Quiero que dejes la mano suelta, floja, relajada. Quiero que imagines que la mano está tan floja, tan suelta, tan relajada que, por mucho que intentes mover los dedos, estos no van a responder porque están completamente flojos, sueltos, desconectados. ¿Puedes imaginar eso para mí?

—Sí.

—Y ahora quiero que esa relajación que sientes en tu mano derecha la lleves viajando por todo tu brazo, suba por tu hombro, por tu cuello y llegue hasta tus ojos y cierres tus ojos para mí, Olivia.

Y continué relajando tus párpados, haciendote recordar la mano pegada a la mesa hasta el punto en el que te pedí que intentaras levantarlos y cuando más lo intentaras, más cerrados estarían. Tus cejas se levantaron pero poco más y sonreíste.

—Muy bien Olivia deja de intentarlo. Eso es, lo estás haciendo muy bien. Y ahora quiero que esa relajación que sientes en tus párpados, la muevas a la parte superior de tu cabeza y que sienta como va bajando por todo tu cuerpo. Relajando tu cara, tu cuello, tu pecho, tu espalda.. Así con todo tu cuerpo… Eso es, muy bien y una vez más sube esa relajación de tus ojos a la parte arriba tu cabeza  y siente esa ola relajación bajar por todo tu cuerpo desde tu coronilla hasta las puntas de los dedos de tus pies.

Las facciones de Olivia se soltaron, su boca, entreabierta, pero su cuello aún conseguía mantener la cabeza erguida. Eso duraría poco.

—Lo estás haciendo muy bien. Ahora voy a pedirte una cosa más. En un momento voy a pedirte que abras los ojos, mires la palma de mi mano y cuando te diga “Más relajada” los cierres y te relajes 10 veces más de lo que estás ahora. La relajación que sientes será 10 veces más potente.

Puse la palma de mi mano frente a su ojos, a unos centímetros. Había realizado esta inducción tantas veces que no me hacía falta verla para saber que abriría los ojos como despertando de una siesta, su mirada estaría un poco perdida y justo mi mano le daría un “punto de apoyo”.

—Abre tus ojos…

Y realizando un movimiento descendente con mi mano proseguí con la inducción.

—Más relajada, diez veces más relajada eso es, muy bien. Y una vez más voy a pedirte que abras los ojos y los cierres nuevamente y la próxima vez que lo hagas la relajación que sientes se multiplica por dos, te sientes el doble de relajada de lo que estás ahora.

Repetí la operación y esta vez su cabeza cedió un poco hacia adelante. Y eso no era nada comparado con lo que le esperaba.

—Y por última vez, Olivia, voy a pedirte que vuelvas a abrir los ojos y vuelvas a cerrarlos. Y esta vez cuando lo hagas irás lo más profundo que puedas. Esta vez cuando cierres los ojos te relajarás lo máximo que puedas, lo máximo que te puedes permitir relajarte. Una vez más, abre los ojos…

Y tras el “Más relajada” y bajar mi mano por tercera vez, su cabeza se venció como la de una muñeca de trapo, mechones de pelo cayeron sobre su cara. El fraccionamiento era mi parte favorita de esta inducción por algo.

—Oliva, ahora quiero que te dejes llevar, que no opongas resistencia, deja que yo lo haga todo. En un momento voy a levantar tu brazo de la mesa y voy a dejarlo caer y cuando caiga sobre tu regazo, la relajación que sientes también se multiplica por dos.

Con mi pulgar y mi índice cogí suavemente su muñeca derecha para levantar el brazo derecho. Hice un movimiento de vaivén antes de soltarlo para comprobar que estaba absolutamente relajada. Olivia no puso ninguna resistencia, sus dedos se agitaron, su brazo era un peso muerto. Lo solté sobre su regazo y su cabeza, increíblemente, cayó aún más hacia adelante.

—Muy bien. Olivia, estamos ya en lo máximo de relajación física que puedes alcanzar, pero para estar completa y absolutamente hipnotizada debes alcanzar la relajación mental. En un momento voy a pedirte que cuentes desde el 100 hacia atrás. Con cada número que digas tu mente se sentirá más relajada. Con cada número que digas te costará más y más y más recordar el siguiente, hasta que llegue un punto, quizá en el 95, a lo mejor el 93, lo que tengo seguro es que será antes del 90, en el que los números van a desaparecer completamente tu cabeza. Y cuando lo hagas simplemente te dejarás llevar y caerás en este profundo estado de relajación hipnótica que tanto anhelas. Así de simple, así de fácil. En voz alta para que yo pueda escucharte pero no molestar al resto del bar quiero que comiences a contar del 100 hacia atrás, ahora

Y una voz con un tono muy prometedor comenzó a decir “100, 99…” Y yo te acompañé diciéndote entre los números “Más y más relajada. Más y más profundo.”, “Siente como los números van, se desvanecen, desaparecen.” El 97 te costó un mundo decirlo y el 96 te costó aún más, y para el 95 ahí estaba la afasia. Tu boca se movía pero ningún sonido salía de ella. Yo sabía que, en tu mente, seguías contando los números aunque tu boca no los pronunciara así que esperé unos segundos antes de preguntar:

—¿Se han ido los números?

Tu cabeza se movió suavemente arriba abajo. Con una una mano aparté tu copa y con la otra me preparé para recibirte en lo que sabía que iba a pasar.

—Entonces, Olivia, simplemente duerme.

Y si algo quedaba de resistencia en tu cuerpo, desapareció en ese mismo instante y caíste desplomada sobre la mesa.


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