Afri recibe una lección

by Espadachin

Tags: #D/s #dom:male #f/m #pov:bottom #pov:top #sub:female #orgasm_denial #Spanish

En el afterglow de un orgasmo Alberto tiene una idea para castigar a la brat de su chica. Por él y por todas los demás que se han relacionado con ella.

Estaban los dos acostados en la cama, disfrutando del placer posterior al polvazo que acababan de echar, entretenidos en el aftercare. Afri, recostada sobre Alberto, le acariciaba el torso y él paseaba sus dedos distraídos por sus hombros, su melena y su espalda.

“Eres maravillosa. Lo que no me esperaba que me pasara en estos días.”, le dijo él.

“Ya, que te estás follando a una veinteañera y no te lo imaginabas ni en tus mejores sueños.”, le respondió la brat que vivía en el interior de Afri.

Se habían conocido en un servidor de Discord de hipnosis erótica. Afri era una novata que quería aprender a hipnotizar, Alberto era el hipnotizador experimentado que la había tomado bajo su protección. Con el paso del tiempo ambos se dieron cuenta de que la parte switch de Afri estaba muy pero que muy escorada, hacia su lado sumiso y que disfrutaba más de las lecciones cuando era hipnotizada que cuando le tocaba hipnotizar a ella. Hasta qué no tuvo más remedio que admitirlo y en su perfil de Fetlife incluyó “into hipnosis (receiving)”.

El roce de las lecciones hizo el cariño, las conversaciones fuera de las clases se tornaron más subidas de tono (al fin y al cabo se habían conocido en un servidor NSFW) y estaban ya en su cuarto o quinto encuentro, lo que podían sacar de vivir en países distintos.

La mano de él se alargó un poco y le dio un buen azote en ese culo casi perfecto que se gastaba la chiquilla. “Te mereces más que esto pero sabes como hacerte perdonar.”, y de repente su mirada se iluminó y su sonrisa se tornó lobuna. “Aunque sé cómo castigarte.”

“¿Ah, sí? ¿Y lo voy a disfrutar como siempre?”, había un tono juguetón en su voz.

“¿Quizá? Recuerdo que una vez, hace tiempo, me dijiste que una de las cosas que más te ponía era ver a tus parejas intentar que solo haya sexo anal esa noche.”

“Dios, me pone muchísimo. Verlos razonar, intentar convencerme.”, recordó entusiasmada Afri. “Y mi respuesta siempre es no. Para mi el sexo anal es solo para ocasiones especiales, una especie de regalo y ni de coña voy a tener solo sexo anal ese día. Pero jugar con ellos, darles falsas esperanzas… Me pone mogollón.”

“¿Y cuantas veces te lo he pedido yo en este tiempo?”, inquirió Alberto.

Afri hizo un ademán para intentar recordar, “¿Una? ¿Dos? Pero contigo es distinto, te veo tan de uvas a peras que siempre es especial.”, y puso una sonrisa beatífica.

“Ay, mírala qué mona. Como me hace la pelota para evitar su castigo.”, y su mano dio otro aplauso para ovacionar a ese culo. “Eres consciente de que conmigo la cosa no funciona así, ¿verdad? Que yo no voy a rogarte ni voy a razonar, que yo voy a conseguir, ¿cierto?”

Y vio la cara de Afri descender un poco al subespacio del que acaba de salir hace un rato, “Sí, Señor.”

“Buena chica.”, le dijo dándole un beso en la coronilla. Afri ronroneó un poco y ya se dirigía a hacerle una mamada cuando una palabra lo cambió todo.

“África,”, y su mente supo, como siempre, que solo había una ocasión en la que él usaba su nombre completo. Todo su cuerpo se preparó, esperando a que Él, esta vez un Él con mayúsculas, acabara la frase. Sus ojos se abrieron como platos aguardando la siguiente palabra,  “Atenta.”, dijo una voz profunda y autoritaria.

Y todos los sentidos de Afri se enfocaron única y exclusivamente en lo que Alberto, su Señor, tenía que decirles.


Alberto volvió de su carrera mañanera y antes de dirigirse a la ducha le echó un ojo a la cocina. Allí estaba Afri, vestida solo con un delantal, preparando el desayuno. Ella lo vió y se contoneó. “Necesito una ducha, fría.”, le dijo él. Y se acercó a darle un beso. Ella se apartó riendo, “A la ducha. Apestas.” Y él se encogió de hombros de ese doble rasero de oler bien si se suda follando y oler mal si se suda corriendo y se fue al baño.

Al volver tenía una fuente de tortitas, sirope, nutella y un par de cafés sobre la mesa. “¿Qué tramas?”, preguntó como si no supiera lo que estaba pasando. La sugestión era clara en las cosas importantes, el resto, como siempre, lo dejaba a su imaginación.

“Me he levantado con un antojo. Uno muy raro porque normalmente sois vosotros los que me lo pedís a mí pero hoy tengo ganas… ganas de que me folles el culo.”, dijo ella mirando fijamente las tortitas de su plato como si no hubiera otra cosa en el mundo.

Mirando por encima de su café Alberto respondió con un seco “No”. Afri dio un respingo y tuvo una epifanía: “Me has hipnotizado.”

“Por supuesto que te he hipnotizado. Voy a castigarte por ser tan respondona y voy a divertirme al mismo tiempo.”, respondió él con socarronería.

“Tengo muchas, muchas ganas de que me folles por detrás, ¿que puedo ofrecerte para que lo hagas?”, había ya un incipiente deje de docilidad en su respuesta.

“Nada.”. El nivel de excitación de Afri volvió a subir un punto.

La sugestión que había implantado la noche anterior en su cerebro era sencilla pero maquiavélica: tendría muchas ganas de ser follada por el culo pero a cada negativa que recibiera se iría poniendo más y más cachonda, más y más necesitada.

“Tengo tu mente y por lo tanto tengo tu cuerpo. No hay nada que puedas ofrecerme que ya no tenga. No te voy a follar el culo hoy.”, y Afri sintió el calor de su excitación volver a golpear su cuerpo.

Se puso de pie y Alberto pudo ver cómo ya sus bragas ya mostraba una mancha características por efecto del tremendo ardor que su cuerpo estaba soportando.

“Veo que alguien está muy mojada.” Una mirada que podría derretir hielo lo fusiló. La brat aún estaba dentro de ella. Poniéndose de rodillas, suplicó una vez más: “Por favor, lo necesito. Necesito tu polla ahí. Me voy a volver loca de ganas. No puedo pensar en otra cosa que no sea que me rompan el culo.”

Tomándose todo el tiempo del mundo para acabar su café Alberto respondió, “He dicho que no.”, y un tremendo gemido de placer y frustración escapó de los labios de ella. Comenzó a tocarse, a masturbarse, introdujo su índice en su orificio anal, pero eso no la satisfacía. La sugestión era clara: solo la polla de Alberto en su culo podría aliviarla.

Alberto no era de piedra y ver a su chica tan necesitada y tan cachonda le había creado una tremenda erección. No sabía muy bien cuánto tiempo podría mantenerla en ese estado de necesidad sexual sin sucumbir él mismo a sus encantos.

Afri ya estaba a cuatro patas delante de él moviendo su culazo. Su brazos y piernas temblaban visiblemente de excitación. “Si me follas el culo haré lo que quieras. Hasta llamarte Amo… Amo.” La sorpresa se reflejó en el rostro de él. Ese había sido uno de los límites blandos en su relación. Se encontraban a gusto con Sir o Señor y ella rechazaba “Amo” porque le ponía en una situación de “esclava”. Aunque al principio de la relación, que fue alrededor de Halloween, habían bromeado con el concepto de “thrall vampírica”, la cosa nunca había pasado de ahí. Él era su Señor y ella su “buena chica.” La sugestión estaba llevando a Afri por unos derroteros que él nunca podría haber imaginado.

Desde su posición Alberto tenía una visión impecable de lo mojado que estaba el coño de su chica y apretó la tuerca un poco más. Mientras se comía las tortitas con aire distraído replicó, “Ni con esas. Que hoy no.” Y un sonido gutural escapó de la garganta de Afri mientras se desplomaba sobre el suelo. Su cuerpo hervía con un placer que no era capaz de liberar. Sabía perfectamente que solo una cosa abriría la cerradura y ya no sabía qué más hacer para que Alberto cediera. “Lo necesito Amo, necesito que me folles el culo.”

Afri estaba hecha un completo desastre sobre el suelo del salón. El edging hipnótico al que la estaba sometiendo su Se… ¡Amo! amenazaba seriamente con romper su mente. Pero nada podía ofrecerle a alguien con un poder tan absoluto sobre ella. Una palabra de su Amo bastaba para que ella le proporcionará todo el placer que necesitaba en la forma que él quisiera (placer que volvía a ella multiplicado por tres gracias a la programación de su cabeza, por cierto) así que estaba absolutamente indefensa a la voluntad de Alberto.

“Gimotéa todo lo quieras pero solo te follaré por el culo si yo quiero y por ahora no va a pasar.”, dijo Alberto. Y Afri se convulsionó, nunca había soportado tal cantidad de placer sin liberarlo. O se corría ya o algo haría crack en ella.

“Semáforo.”, y al escuchar la palabra, Afri quedó en blanco y su voz dijo claramente en tono neutro y monótono. “Verde.” E instantáneamente volvió al estado de cachondez anterior. Alberto pareció satisfecho.

“Rómpeme el culo ya, por dios. Si me rompes el culo ahora seré la chica más sumisa y dócil del mundo. Haré todo lo que pidas, sin protestar, Amo. Pero si me excito más sin correrme creo que me voy a morir.” Alberto nunca había visto a Afri siendo tan mansa y en parte porque ya le daba un poco de pena, en parte porque era difícil aguantar su propia excitación pronunció una de las palabras mágicas de la pareja: “Pausa.” Y el cerebro de Afri dejó de funcionar.


“Play”

Sin saber muy bien como, Afri había pasado del suelo de la cocina a la cama. Estaba boca arriba, con las piernas levantadas y algo en la parte baja de su espalda, un cojín o una almohada. Comprendió y sonrió pero justo en ese momento, todo el río de placer la avasalló para volver a quedar contenido y también descubrió que estaba paralizada de cuello para abajo.

“Esto no es justo.”, e hizo ese mohín de desaprobación que tanto ponía a Alberto.

Sintió unos dedos poner algo frío en el agujero de su culo y su Amo le dijo, “Nunca te había visto tan cachonda antes, está muy dilatado pero nunca hay suficiente lubricación” y entonces sucedió todo, entonces sintió cómo la penetraba la polla de su amo, cómo se abrían las compuertas de su mente liberando todo su placer acumulado por arte y magia de la hipnosis. Su cuerpo se convulsionó con espasmos de placer que arqueaban su espalda, sus ojos se volvieron hacia adentro. Los gemidos de placer eran broncos y ásperos. Su cuerpo cedió y literalmente se desmayó del orgasmo.

Al volver en sí, tenía junto a ella una bandeja de desayuno con café, leche, tortitas, un cruasán, tostadas fruta y un gran vaso de agua. “Todo está recién hecho, nada de café recalentado, cariño.”, le dijo Alberto dándole un beso en el pelo revuelto. “Y puedes volver a llamarme Señor.” Afri se incorporó sobre un brazo y con el otro alcanzó el vaso de agua. Su sonrisa era resplandeciente. Se acabó el vaso de un trago y le dijo:

“Prepárate, que en cuanto recobre fuerzas te voy a agradecer lo que me acabas de hacer… Come tú también, que te voy a dejar seco, A-mo.”

Y Alberto rió sonoramente, “Vaya, he creado un monstruo. Y el problema es que me gusta el monstruo.”

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